‘Titanic’ es una de las películas más taquilleras del cine y no es solo por tratar una catástrofe histórica. Han pasado más de 20 años desde su estreno y aún hoy recordamos la imagen de Jack hundiéndose en el océano. Aún nos preguntamos si existía alguna forma de que el chico, que hasta el momento parecía ser un completo suertudo, se salve de morir. Tal vez una de las razones de que esta historia de amor sobreviva tan bien al paso del tiempo es que funciona como el disparador del amor propio de Rose. Un amor que la acompaña por el resto de su vida.
No pretendo restarle importancia al encuentro entre Rose y Jack. Es más bien lo contrario. Quiero hablar sobre la posibilidad de un amor construido sobre el reconocimiento mutuo y que fue capaz de salvarle la vida a Rose en más de un sentido. Sí, es cierto que hubiéramos querido que Jack también sobreviviese y que los dos pudieran tener una buena vida juntos, pero no fue el caso. Jack murió a causa de la tragedia, igual que muchos esa noche, pero antes nos enseñó la importancia de vivir haciendo que cada día cuente.
Rose DeWitt Bukater, la princesa cautiva
Rose es una mujer que viaja con mucho equipaje, es decir que carga con ella muchas historias y vivencias. Cuando nos cuenta su relato, podemos escabullirnos en su flashback y verla joven y hermosa. Lo primero que vemos de ella es su sombrero violeta, el color de la realeza, y un vestuario de lujo, pero ajustado y monocromático. Parece ser la única que no se maravilla con la grandeza del Titanic. Nos deja ver, en poco tiempo, que se siente encadenada a una realidad que no la hace feliz.
Es una mujer sensible e inteligente. Encuentra interés en obras de Picasso aún antes de que sea popular en el medio. Lee a Freud, que era uno de los pensadores más revolucionarios de la época. Es curiosa, muestra constante interés en los detalles sobre la construcción del barco. Es a través de ella que nos enteramos de que la cantidad de botes salvavidas no era la necesaria. Sin embargo, ve a su futuro desesperanzador.
Está comprometida con un hombre violento que la ve como su propiedad aún antes de estar casados. El matrimonio es la única posibilidad de que ella y su madre conserven su estatus socioeconómico luego de la muerte de su padre. Su madre no escucha sus deseos ni sus necesidades y la usa como moneda de cambio. Aunque está siempre acompañada, podemos notar que está realmente sola, hasta que Jack la ve. Este chico que no forma parte de su círculo cercano no la juzga egoísta por no estar conforme con su realidad, sino que la escucha y se interesa por saber honestamente qué la atormenta.
Jack Dawson, el salvador
Jack, por otra parte, es un hombre que sabe vivir el día a día y maravillarse por la vida. Es un artista y, al igual que Rose, es un ser sensible. Llegó al Titanic gracias al azar y parece ser un ser iluminado, que ha atravesado mucho y sabe aprovechar las pequeñas cosas. No tiene dinero ni estatus, pero le muestra a Rose que es posible sobrevivir sin ellos.
Es un salvador, aunque no es un héroe como estamos acostumbrados a ver. Titanic no es una película de acción en la que podamos ver a un hombre con fuerza desproporciona y grandes habilidades físicas proteger a los indefensos. Sabemos que la película está basada en una tragedia y que en la vida real nadie tuvo el poder sobrehumano de salvar a todos los pasajeros. En lugar de eso, James Cameron no presenta a un personaje con la sabiduría necesaria para salvar a una sola vida en un sentido más profundo que el de evitar que muera en la catástrofe.
Jack salva a Rose cuando recién se conocen, mientras ella trata de lanzarse, pero además la salva escuchándola. La ayuda a conectarse con sus deseos y a cuestionarse por sus propias motivaciones. La libera de las expectativas de los demás y encontrar las propias. Rose encuentra en él a alguien que enciende su llama vital, de tal manera que luego de tener que soltarlo en el agua encuentra las fuerzas para nadar por alcanzar un silbato y soplar con todas sus fuerzas para que la rescaten.
El romance poco convencional de ‘Titanic’
Muchas de las críticas sobre Titanic están dirigidas a elogiar el nivel de detalle en la producción de las imágenes. Fue galardonada por su montaje y el poderoso acompañamiento de la banda sonora. La historia de amor, por otra parte, tuvo sus detractores. Unos que la consideraron una especie de Romeo y Julieta y otros que aseguraron que no había «química» entre la pareja de actores. La película, sin embargo, tiene el mérito de subvertir roles tradicionales en este tipo de narrativas y de presentar una relación que logra la intimidad a pesar de lo fugaz del encuentro.
El romance se origina desde que Jack salva a la damisela en peligro. La salva sin hacer gala de ninguna proeza física sino más bien conectándose con ella. Rose está desesperada. Ha llegado hasta la popa del barco sin ver a las personas con las que se chocó en el camino. Está sumergida en su tristeza y dispuesta a morir lanzándose al mar. Jack logra conectarse con ella, la trae a la realidad hablándole del frío del agua y le cuenta una historia de su infancia. La frase «Si tú saltas, yo salto» es una forma de decirle que su vida es valiosa, tanto como la de él. Jack salva a Rose con su sensibilidad y buena comunicación, muestras de inteligencia interpersonal que suele ser presentada con más frecuencia en mujeres.
En su relación con Cal, Rose es prisionera. A pesar de que él le ofrece lujos y una aparente comodidad, está amenazada. En el momento en que vemos que ella toma la decisión de ir sola a otro lado del barco él reacciona violentamente. Más adelante vemos el gran peligro que ella corría a su lado, cuando está dispuesta a matarla por querer escapar con Jack. Su relación con Jack es muy diferente, allí ella establece los límites y está a su lado porque disfruta de su compañía. Durante un diálogo posterior a su intento de suicidio le aclara que no necesita ser salvada y queda claro que es ella la única que puede hacerlo. Más tarde es ella quien lo salva a él, haciendo uso de su fuerza física para llegar hasta él y liberarlo de las esposas.
Es común ver al amor representado como un flechazo fulminante y a la pasión como la conclusión lógica de la tensión entre dos personas. A menudo hablamos de tensión sexual cuando las narrativas nos muestran a una pareja que se muestra tensa o incómoda, como si fuera una parte fundamental de la unión entre dos. Incluso en arcos más recientes, como el de Hooper y Joyce en Stranger Things, vemos el conflicto como parte natural del romance. En Titanic, en cambio, el acercamiento se da desde la buena comunicación, la aceptación y la comprensión mutua.
‘Titanic’ es una celebración de la vida
Al tratarse de un drama histórico, ‘Titanic’ iba, sin lugar a duda, a desenlazar con la muerte de muchas personas. James Cameron, sin embargo, aprovechó para hablar del sentido de la vida y de hacer que cada día cuente. Presenta un contraste entre el grupo de cazadores de tesoros que lanzan frases aparentemente poéticas sobre el barco hundido y festejan la posibilidad de analizar con precisión los detalles del naufragio, gracias a la tecnología; y el personaje de Rose que es quien da voz al relato que va a ser el hilo conductor de la historia. Este contraste es, quizás, la forma en que Cameron nos recuerda que vamos a ver una película y no un documental.
Rose es un narrador poco confiable por su edad y sus problemas de memoria. Ella cuenta una historia que algunos creen que puede no ser cierta. Nos recuerda que nuestra mente también crea ficciones, que, aunque no sean completamente fieles a la realidad, nos ayudan a vivir.
Cerca del final de la película podemos ver fotografías de Rose en las que nos muestra que ha realizado todas las actividades que dijo que haría junto a Jack. Cuando aparece por primera vez ella está moldeando una vasija de arcilla como una especia de guiño a ‘Ghost’. Él la ha acompañado toda su vida, no como un fantasma sino más bien como una promesa, como un recordatorio y como un amor completamente libre que no le impidió casarse ni vivir plenamente luego de tener que dejarlo ir.